domingo, 30 de marzo de 2008

La ventana

La luz del día se asoma por mi ventana entreabierta; me encuentro cruel mente aturdida, pues mi subconsciente se ha agitado entre sabanas para hacerme recordar la fiel pisada de su existencia, silenciosa, pero no menos perturbadora.
Me levante con una gran melancolía al recordar el sueño que mi mente había presenciado, melancolía que se acrecentó ante la patética pero hermosa luz que se escurría entre las cortinas mal serradas de mi habitación, luz que no tenía prejuicio alguno, luz que no pretendía acompañarme en mi nostalgia y que se hacia imposiblemente mas agraciada a medida que mis ojos se abrían a la realidad de las cuatro paredes que confortaron mis sueños esa noche.
Mi congoja se debió a una imagen, una imagen dulce pero dolorosa de la cual yo era su principal protagonista.
No me costo divisar que me encontraba en una habitación cuidadosamente amoblada y decorada, parecía que cada cosa en ella había sido creada e imaginada para ocupar solo ese sitio, ningún otro espacio era merecedor de tales adornos, mas que esa habitación, mas que ese lugar, ese ínstate, esa imagen. Sin embargo esta percepción no tardo en esfumarse al ser encandilada por la luz del sol que entraba por una ventana de mediano tamaño, de la cual colgaban dos frágiles cortinas de seda blanca atadas por un pequeño listón dorado, ahora no podía ver la entera perfección del cuarto en el que me encontraba pues la luz se había ante puesto a ella.
Pero enfrente de mi, entre la ventana y mi persona habitaba alguien mas, había alguien allí, podía sentir su respiración apacible pero inevitablemente molesta entre tanto silencio; se encontraba sentada, separada de la ventana por un rustico pero hermoso escritorio de madera. También aquella alma que me acompañaba estaba adornada por la luz. No podía ver su rostro, pero reconocí quien era, la reconocí. La luz no me impedía entender su contorno ni sentir la semejanza que me apoderaba al ver tal imagen, fue en ese momento que me di cuenta que esa respiración tranquila y a la vez odiosa me pertenecía.
De repente me encontraba sentada, y separada de la ventana que dejaba entrar al ilustre resplandor, por el escritorio; mire asía atrás y observe con los ojos enormes que era la única en la habitación y que la perfección del cuarto me era visible nuevamente, aunque la luz de la ventana no se hacia valer por su ausencia.
Tenia los brazos reposados sobre el vació escritorio, estaban estirados como en espera de algo o alguien, me tomo un tiempo mirar mis manos -pues el desliz de mis ojos fue calmo- cuado llegue a ellas, vi que sostenían algo, lo sostenían con fuerza apretando sus largos dedos en temor de que acaso el objeto se les perdiera o escapara. Por alguna razón, eso que sostenia era totalmente cegado por la luz que bañaba la habitación, no podía verlo, sabia que estaba allí pues podía sentir que mis manos sujetaban algo, sentía a mis dedos ejercer la presión, pero aun así no lograba divisar ni su imagen, ni su textura.
Al cabo de un rato vislumbre, para mi asombro, que ese objeto que sujetaba con fiel anhelo, era un simple libro. Pude leer su suave cara, intacta a pesar de la fuerza que antes había sido obligada a sentir: “Flopater”, en se momento una lagrima recorrió mi mejilla, socorrí ante esta y procure secarla con mi mano, y al tocar mi rostro sentí la textura de la vejes en el que el se sucumbía, mire mis manos y vi que seguían tan delgadas y pequeñas como siempre, pero que hora eran muestra misma de los años en mi. Busque un espejo por la habitación, pues desconocía el aspecto de la persona en la que me encontraba, por así decirlo, presa. Pero no había ninguno en el lugar, así que desistí y decidí tomar en mis manos aquel libro que sin duda me pertenecía, era mío, mi obra, mi vida, mi creación, mi error… lo sostuve en mi pecho por unos instantes y no me anime a leer sus paginas, ni siquiera fui capas de palpar sus hojas, solo admire su existencia.
Entonces un dolor en mi ser se hizo presente, jamás había sentido tal desolación en mi alma, el sufrimiento era insoportable. Tanta era la tristeza que me acudía, que ni las lágrimas derramadas de mis ojos eran suficientes para calmar tal grito de desconsuelo.

Estaba sola, el auge de mi vida había pasado a toda marcha y yo siempre permanecí sola, ante el y su inevitable paso. Sola, sin nadie, en la perfección de un cuarto que solo era pisado por mis huellas, que solo era tocado por mis manos, que solo era mirado por mis ojos; sola en esa habitación perfecta para mi, sin las idas y venidas de otro ser distinto que convirtiera tal lugar de resguardo en algo imperfecto.
De repente el dolor en mi alma se apaciguo al escabullirse en el tacto de las hojas del libro que yacía abierto sobre el suelo, al costado de mis rodillas temblorosas y adoloridas, por haberse acarreado todo el peso de mi cuerpo y sufrimiento. Estaba tocando mi vida, mi obra, mi éxito…mis palabras impresas en una fina hoja de nada, y eso calmo mi dolor, pero solo por un instante; luego volví a recordar que estaba sola y el sufrimiento, burlón ante tal reaparición, me susurro al oído que había vuelto para jamás marcharse…

Mis ojos se acostumbraron al resplandor de la mañana, melancólica alce las cortina para permitir entrar, aun mas, los rayos del sol al cuarto. Había empezado el día sintiendo que me arrebataban parte de mis esperanzas.
La luz que entraba por la ventana iluminaba, vigorosamente mas que antes, mi habitación imperfecta… y la odie, a pesar de todo la maldije y la odie.
Así que decidí, simplemente sentarme sola entre estas cuatro paredes imperfectas y continuar escribiendo.