martes, 29 de abril de 2008

Elisa la soltera


Te arrastras, como todos los hombres, te arrastras. Si ya se suena fea esa frasecita, pero es cierto te arrastras como cada uno de tu especie…eso sonó aun mas feo.
La cuestión es que, juegas conmigo y yo debo admitir que me gusta jugar contigo, así que sigamos jodiendonos mutuamente, total ¿Qué perdemos?, ¿Llegaras a odiarme? No, se que no. En todo caso yo seré la que te odie porque por alguna razón las mujeres siempre terminamos odiándolos ¿no?, como queriéndolos, amándolos, idolatrándonos y toda esa cagada sentimental que parece ser solo obra de la mujer porque a ustedes “los machotes” no se les mueve un pelo:
— Te amo mi amor.
— Si yo también, déjate de joder.
Hay pero que desalmado ¡bolsa de testosterona con patas!
No tengo dudas en que muy dentro de ti, y de toda la rama varonil, hay un sentimentaloide avasallado por las estupideces de las que suelen formar parte tú y todos tus amiguitos neuronas atrofiadas, y me convenzo día a día de que es por este tipo de pensamientos esperanzadores porque las mujeres seguimos creyendo en ustedes y nos seguimos entregando en cuerpo y alma ¡de una forma muy estupida!
— No sabes cuando te quiero.
— Si, si. ¿Vamos a la cama un ratito?
Tranquila no lo pueden evitar, me digo, es algo biológico lo llevan en la sangre, incrustado en la piel, pegado con poxipol en alguna maldita parte del cerebro: apareamiento. Porque no se si sabían, pero el hombre (y me refiero al genero masculino) se aparea ni siquiera le queda la dignidad de “tener sexo”, el estado constante de deseo sexual que tiene sobrepasa a la especie humana dejándolos en la fina raya de la especie perruna.
¡Me rió de mis palabras! Que cómicas para mi, claro que no para ti…te debo estar dando donde mas te duele y te lo tienes merecido por querer joderme.

Cariño, no soy feminista ni menos aun deseo que los hombres desaparezcan de la faz de la tierra, es solo que ya he vivido lo suficiente como para saber sobre tu raza, y ya me he frustrado lo bastante, con hombres como tu, como para saber que al día siguiente no voy a despertar con tigo a mi lado.
¿Entonces que me queda?, reírme de ti y de tus estupidos rituales para conquistarme, que permíteme aclarar: no se diferencian en nada de todas las demás formas. Creo que los hombres del mundo se pusieron de acuerdo, o mejor aun creo que escribieron un manual a escondidas de las mujeres y es por eso que todos tienen la misma mediocre forma de… ¿Conquistarte? Y me lo pregunto porque afirmo efervescente mente que el pelotudo que escribió ese manual efectivamente era un… ¿idiota?, como sea, se creyeron eso de que todas las mujeres son iguales, entonces en sus pequeñas mentes de científicos se inventaron un par de frases y de métodos que solo sirven para niñas quinceañeras. Pero las mujeres crecen mi querido hombre, crecen de mente ¡no solo crecen sus malditos pechos!, a no pero claro es hasta donde llega tu perspectiva hasta los pechos de la mujer, y quizás te arrastres un poco mas para mirar traseros, pero jamás escucharas sus palabras, jamás admiraras sus ideas.

¿Qué dices entonces? ¿Tú me utilizas y yo te utilizo? Hablemos claro, porque ya no estoy para el romanticismo, lo perdí hace muchos años en una playa junto con mi virginidad, un verano desperdiciado si me lo preguntas. Volví al hotel hasta con arena en el calzón, lógicamente, (que por su denominación no quiere decir que haya sido de un tamaño extra grande). El resto de la historia es la normal…no llamo, no apareció, no contesto, después de esa noche se convirtió en el fantasmita gasparin, que no resulto ser tierno como el de la película, si no mas bien un reverendo hijo de la madre.

Mi psicólogo dice que este método juegas-juego-jugamos que utilizo, es un mero reflejo da auto defensa que tengo por el terror de que me rompan en pedacitos el corazón. A lo que yo le respondo que podría ser, pero que a estas alturas de la escalada ya no hay nada que mi corazón roto y reparado hasta con cinta adhesiva no sepa remendar.
Mientras tanto, tú y toda tu especie hormonal de inservible masculinidad se seguirá arrastrando buscando a las mujeres con faldas cortas que van caminando por las calles, para poder ver si acaso llevan ropa interior o no… como típicos niños de secundaria que son.
Aclaraciones para mi psicólogo:
1.No soy feminista.
2.Y te deje los cincuenta pesos de la consulta de ayer arriba de la mesita de luz. Esta vez la que abandona la cama soy yo, por suerte sin arena en los calzones.

viernes, 4 de abril de 2008

En detonación

Cruzar la línea, sobrepasar la raya, exceder el límite.
Caer en la desesperación y dejar que el llanto haga ríos de nuestros cuerpos.
Sentirnos devastados y capaces de hacer lo inaceptable para dejar de percibir ese dolor que corta nuestra carne desde lo profundo de nuestro ser, sacándonos el aire y generando un estallido de gritos en nuestras mentes.
Sentirnos desangrar y ver las gotas de nuestras vidas bañando el suelo de desdichas que se nos ha interpuesto.
Caminar lento y apreciar nuestras pisadas al ritmo de las lágrimas que recorren nuestro rostro encandilado por la temerosa luz que se asoma entre tanta confusión.
Apreciar lo inapreciable del mundo: observar y escuchar lo insignificante de la vida como si fuera lo primero a percibir en un letargo de desolación.
Sentir el agua que recorre nuestros cuerpos y concebir su frialdad por cada nervio y vena que adorna nuestra espesa carne.
Despreciar un reflejo y no ocultar lo irreversible.
Desmoronarnos entre las personas y perder la conciencia que nos pertenecía.
Dejarnos morir sin pensar en la muerte, permitirnos temer sin espantarnos del miedo. Traspasar con nuestros cuerpos el vidrio de la moral y dispara el fuego de nuestra injuria.
Desprender de nuestras almas la culpa.
Robar lo que nos pertenece por cada trozo de existencia que dejamos en este mundo. Ser justicieros de los indefensos pero solo para uno mismo.
Justificar el pecado y pedir perdón antes de ingresar a nuestra condena y una vez traspasada la puerta regresar a nuestros hogares con el orgullo partido en pequeños pedazos de nada, pero un billete de cien en el bolsillo.
Caer en nuestras camas y serrar nuestros ojos heridos por el humo de la necesidad, sentarnos a la mesa y comer el pan, producto de la suerte, vestirnos de culpa y calmar las puntadas de nuestra conciencia culpando a la sociedad quebrajada de la que somos parte.
Convertirnos en grietas y cabos sueltos de un sistema irrealista.
Serrar el puño y sorprender a la venganza de un puñetazo.
Tatuarnos en el pecho la bandera de la infelicidad entregando nuestro espíritu a una extremaunción necesaria.
Sentarnos en el purgatorio de la ansiada espera a un perdón inexistente.
Levantarnos al otro día con los ojos cansados de ser capaces de ver y comprender que vivimos en un país en el que el duelo de fuego es constante y quien dispare primero será el que tenga la dicha de dejar de derramar su sangre en el suelo del sucio y agrietado sistema, por lo menos hasta la próxima descarga.